Francis Lawrence (sí, el de Los Juegos del Hambre) dirige esta odisea podométrica donde cada paso cuenta, literalmente. Jóvenes promesas marchan bajo la mirada de Mark Hamill, quien parece disfrutar más de verlos sufrir que de su cheque de actor veterano.
La premisa es simple: 100 adolescentes, un camino interminable, y una regla dorada —si te detienes, mueres—. Una metáfora sobre la sociedad moderna, el capitalismo o simplemente sobre los domingos sin café, según quién la vea.
Visualmente correcta, narrativamente agotadora (como los personajes), y con suficiente tensión como para que quieras pausar la película… pero no te atrevas, por si acaso.
